domingo, 21 de octubre de 2012
El retumbar de las Navas
Aún se escucha en el imaginario histórico español el retumbar de los tambores de la batalla de las Navas de Tolosa. Creo que es uno de los mayores acontecimientos históricos fijados en muchas generaciones de estudiantes, que aprendían a machamartillo en las viejas enciclopedias las cronologías, batallas y realezas que constituían un pilar fundamental de la didáctica histórica. El evento estaba envuelto en un sinfín de peripecias históricas y legendarias que despertaban la admiración de los púberes aprendices: pues la gesta de la Reconquista estaba embargada aún en un halo de respeto y consideración propugnado por ciertas corrientes ideológicas; las leyendas más chispeantes brotaban en aquella batalla como estímulos punzantes; de fondo siempre estaban los musulmanes como perversos adversarios, que constituían un magnífico velo escenográfico para despertar la atención más acendrada, pues eran el enemigo hereje sempiterno (con Miramamolín- Al Nasir a la cabeza..., casi nada); y súmesele a ello la esfera de misterio, vaguedad e insuficiencia con que estaban estudiados por aquel entonces los acontecimientos medievales, con una precariedad inmensa de fuentes analizadas y estudios científicos en pañales. Con todo ello la batalla susodicha se pincelaba como un hito muy relevante entre las misceláneas de la pedagogía histórica. En este caso no le faltaba un punto de razón recordando, aunque fuera de una forma un tanto sobria (como una simple efeméride), un hecho tan significativo de la Reconquista cristiana hacia el Sur de la Península (la frontera). El acontecimiento histórico era notorio, pues aún recordaban muy de cerca las hordas cristianas la debacle de Alarcos (1195), que representaba una victoria triunfal para el enemigo musumán y una derrota vergonzante para los cristianos; pero habría de ser la última gran batalla de los sarracenos (como se le decía) contra unos reinos peninsulares que avanzarían ya a pasos agigantados y sin freno hacia el sur. La batalla de las Navas de Tolosa sigue siendo uno de los baluartes más fascinantes de la Edad Media, pues la historiografía ha avanzado considerablemente, pero al rigor científico siguen sumándosele esos ecos legendarios (literatura) que embellecían y embellecen esas románticas imágenes del pasado histórico. Actualmente se conocen bastante bien y mejor los límites de la contienda, sus glorias y sus miserias; la empresa abultada de Alfonso VIII de Castilla con la ayuda de Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón; el soporte espiritual cruzado del pontífice Inocencio III y el báculo amenazante del afamado arzobispo de Toledo D. Rodrigo Jiménez de Rada, avezado en las armas y en la cronística de tantísima notoriedad para la posteridad; amén de los apoyos ultramontanos (muchas de las tropas francesas) que tanto se horrorizaron con las formas de tratar a los enemigos (con tanta crueldad). Tal vez no fueron tantos los combatientes como se decía antaño, pero La batalla en sí fue toda una proeza de táctica, organización, armas y razones fortuitas; de ayudas abultadas de todos los lados y de un impulso avasallador que pronosticaba una sonora victoria. El auxilio del pastor en la contienda no sería pecata minuta, seguramente, aunque la leyenda lo engrandeciera después con flecos de mucho color. No faltan pues los ingredientes para que sigamos encandilándonos con un episodio histórico que representa un hito importante en el estudio de los Reinos Cristianos, la Reconquista y su avanzadilla hacia Baeza y Córdoba, a la que le quedaban ya muy pocos años para ser definitivamente conquistada por los cristianos (1236), huyendo los musulmanes –como decía la Crónica Latina– en caterva y muertos de hambre.
En el presente año (16 de julio de 2012) se cumple el octavo aniversario de la gesta cristiana, y la ciencia histórica junto a la abundante literatura nos regalan un sinfín de obras de interés para que revivamos la batalla de las Navas de Tolosa. También tenemos muy cerca ese museo de Santa Elena (Jaén) que nos recrea la contienda in situ; además de conocer y disfrutar leyendo algunas de las obras (muy diferentes).
(Carlos Vara Thoorbeck,Las Navas de Tolosa, Edhasa, 2012; Pavón Benito, Julia, La batalla de las Navas ocho siglos después, Pamplona, 2012; Francisco García Fitz, Ariel, B. 2012, Eslava Galán, Últimas pasiones del caballero Almafiera, Planeta, 2012; Enrique de Diego, Las Navas de Tolosa; Francisco Rivas, Las Navas, Esfera de los Libros, 2012)